REALIDADES PARALELAS: DE MURAKAMI A RUBALCABA

Acabo de terminar de leer el libro “1Q84” del escritor japonés Haruki Murakami, sin duda una de las plumas más interesantes e influyentes de la literatura moderna. Se cuentan, no por miles, sino por millones sus ejemplares vendidos en todos los continentes. La trama de la novela se desarrolla en el año 1984 pero, a medida que se avanza en la lectura, el lector se da cuenta de que, frente a la realidad del común de los mortales, se abre paso otra realidad paralela que tiene lugar en 1Q84 (en japonés el número nueve y la letra “Q” se pronuncian de igual modo) y que se sitúa a medio camino entre lo virtual y lo racional. Se trata de una posibilidad alternativa que termina por atrapar a los protagonistas de la historia en un mundo con dos Lunas que facilitará el encuentro de los personajes.

En el fondo, esta breve descripción del relato no dista demasiado, por más que suene a ciencia ficción, de lo que nos ocurre a todos los individuos. Hasta quienes somos los más acérrimos defensores de la verdad frente a sus disfraces, de los conceptos puros frente a los adulterados y de los significados inequívocos frente a los confusos, terminamos por claudicar y, ante la existencia de un mundo que nos desagrada, creamos nuestro propio universo paralelo. Y ya no hablemos de aquéllos que no sienten ni apego ni compromiso alguno con la materialidad más objetiva. Para ellos es posible la construcción de ámbitos estancos e impermeables a lo que les rodea y que actúan al mismo tiempo como peligroso laberinto en el que perderse definitivamente o como oasis al que acudir cuando escapan de las rutinas más insoportables. Quien más, quien menos, mantiene una idea personal de realidad y de idoneidad que trata de proteger de los ataques feroces de los sinsabores de la vida o, a otro nivel, de las noticias de los telediarios.

1239708303_0Lógicamente, la política no es ajena a esta situación. Es más, suele resultar terreno propicio para que proliferen realidades inventadas y, generalmente, muy alejadas de las que afectan a la mayor parte de la ciudadanía. De lo contrario, no se explicarían muchas de las declaraciones expresadas por líderes, altos cargos y demás responsables políticos. Y es que tan solo en un contexto de mundos alternativos podría afirmar el candidato Alfredo Pérez Rubalcaba a principios del presente julio que él conocía la fórmula para crear empleo, precisamente él, una de las cabezas más visibles de este gobierno que exhibe las más altas cotas de desempleo de la historia democrática de nuestro país. Asimismo, únicamente si se admite la existencia de universos equidistantes, sería tolerable asistir hace un mes a la comparecencia del gobernador del Banco de España en el Congreso de los Diputados para darnos lecciones sobre cómo salir de la crisis, el mismo experto en economía que tiempo atrás reconoció un retraso de años a la hora de confesar la situación insostenible de las cajas de ahorro españolas. Solo en el supuesto de que demos por hecho que existe una realidad muy alejada de la del ciudadano de a pie podremos admitir que se falseen constantemente las cuentas públicas de un Estado como Grecia o las de cualquier pequeño municipio y que sus responsables sigan disfrutando de traje y corbata, maletín y coche oficial.

Murakami no va en absoluto desencaminado con sus planteamientos. Yo mismo, que he escuchado el anuncio de la peor sequía de los últimos sesenta años en el denominado cuerno de África -lo que determinará la muerte segura de millones de personas-, que he presenciado la pelea a zapatazos de dos diputadas en la sede del Parlamento afgano, que he constatado la responsabilidad de los líderes sirios en los crímenes contra su propio pueblo, me dispongo a fabricar mi particular realidad paralela ya que, desde luego, la que tengo frente a mí no me gusta nada de nada.

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