Monthly Archives: febrero 2011

APRENDER A DECIR NO CUANDO ES NO

No-NoDecía Gabriel García Márquez que lo más importante que aprendió después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no. No es sencillo ser categórico en una negativa. Parece que el miedo a desagradar, a ofender o a enfadar puede más que el deseo de mantener determinadas convicciones u opiniones. Espero que no sea necesario, como en el caso del célebre escritor, el transcurso de cuatro décadas para adquirir semejante habilidad. Nuestra democracia surgida de la Constitución del año 1978 todavía está en los treinta y tantos y, pese a ello, resulta imprescindible que sus instituciones y órganos sepan también decir no cuando es no.

Igualmente complejo es resistirse a los engaños, aunque suenen bien al oído. Siempre he pensado que el peor mentiroso es aquel que, sabiendo lo que su interlocutor quiere escuchar, se dedica a lanzarle los mensajes que desea oír, pese a que no se ajusten en absoluto a la realidad. Ese tipo de mentira contiene un grado de maldad y de engaño muy superior a otras modalidades y los embustes son más peligrosos.

HASTÍO Y REVOLUCIÓN POPULAR

RevoluciónCuando estudiaba el diferente trato que habían dado en Estados Unidos y en Francia al tema de los mecanismos que se debían implantar para asegurar el cumplimiento de la Constitución tras las revoluciones que, a finales del siglo XVIII, marcaron el inicio del Estado liberal, siempre me causó perplejidad que en el país europeo, para fundamentar que no se instaurara un procedimiento jurisdiccional para vigilar el cumplimiento de la norma más importante, en ocasiones se utilizara el argumento de que, para el supuesto de que los poderes incumplieran la Constitución, siempre quedaba el mecanismo de la insurrección popular. Parecía razonable, en aquella época y para algunos,  dejar un tema tan trascendental como el cumplimiento de la Carta Magna por parte de los gobernantes a la rebelión popular. Seguramente, haber tenido recientemente un levantamiento popular como el que protagonizó el pueblo francés para derrocar al régimen absolutista, no hacía impensable considerar que fuese la población la que, vigilante, se dispusiese a defender sus normas e ideales a fuerza de empuñar armas y utilizar la violencia.

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